martes, 15 de junio de 2010

Un ángel que me abraza...

Cada vez contemplo con tristeza como la sociedad y la mayoría de quienes la conforman, excluyen a ciertas particularidades, hasta el punto que uno no se siente identificado con esta época tan extraña donde pasiones oscuras parecen mover las conductas humanas. Pasiones que no queremos reconocer pero que como nos encanta satisfacer.

Así me siento. Veo que esta sociedad cada vez me entiende menos y yo no sé que logro en buscar de entenderla a ella. ¿Cuál es la finalidad? ¿Terminar de confirmar que, estadísticamente, esto ya no tiene arreglo? ¿Burlarme o llorar de aquellos que se jactan de la racionalidad de nuestra especie, pues es en ellos donde habitan las más oscuras pulsaciones?

La intolerancia parecer ser un rasgo ontológico de nuestra personalidad. Y hoy la siento con más vehemencia en mi interior. Siento como crece fuerte debido al rechazo no manifiesto de la misma sociedad; comportamientos motivados por la inocencia, nobleza y otras cualidades afines, parecen ser motivos de burla en una sociedad llena de existencias salvajes. No obstante, reconozco que no ganaré nada dejándome llevar por la intolerancia que me seduce, pues terminaría cayendo en el mismo juego nauseabundo de aquellos que, con sus conductas infectadas, degeneran cada vez más la existencia humana.

Esta intolerancia que me quema me impulsa, a pesar del malestar que me produce, a seguir intentando comprender estos repugnantes comportamientos existencialistas ¡Si existe una época en donde pueda contemplarse con toda claridad la coexistencia de todos los pecados capitales, es ésta! Es deprimente cuando mientras buscas comprender, esperas cosas que nunca llegarán; o creíste ver cosas que en realidad nunca estaban allí.

Sigo sin entender a quién o qué adora esta sociedad. Pienso que la salida a este posible panorama difuso es reconocernos en nuestras complejidades. La existencia humana está compuesta por un entramado bastante enrevesado de pensamientos, sentimientos y acciones.

Mis esperanzas se depositan en el hecho de que este entendimiento (un complejo ejercicio mental por demás) permita devolverle a la humanidad el rasgo que la hace humana. Pero así como hay luz, hay temor; y mi alma se estremece de sólo pensar que este entendimiento pudiera catalizar la exacerbación del libertinaje que viene caracterizando al comportamiento humano desde un tiempo para acá.

En un momento donde todos parecen hablar del fin del mundo y de la destrucción del planeta; el verdadero evento es una pugna en cada uno de nuestros interiores entre demonios que pululan, seduciéndonos; y ángeles que buscan salvaguardar la parte de toda existencia que sirve para hacer contrapeso y mantener un equilibrio. Todo esto me recuerda a la noción del Abraxas gnóstico, la personificación del bien y el mal en una entidad, en una esencia.

¡Cuan difícil es respirar ante tanto hedor! ¡Con cuan rapidez desaparece el brillo en mis ojos ante los espectáculos que uno debe ver! ¡Cuan profundo es el mar de lágrimas que anega el alma de quienes tenemos que ver con tristeza como esta sociedad se deshumaniza cada vez más! Amor, bondad, nobleza, pureza, inocencia parecen palabras que ya no deben usarse más. Y mucho menos actuar en nombre de ellas. Ahora las palabras en boga han de ser: lujuria, egoísmo, impureza, crueldad, instrumentalidad, individualismo. No sentimientos.

Pero por fortuna, por muy elevada que sea la proporción entre aquellas existencias corruptas y aquellas que no, aun existen focos de aliento. Sitios en donde puedes tomar un pequeño respiro y así poder continuar, tomar fuerzas para seguir en el abismo y al final de ese túnel poder salir airosos.

Sí a veces suelo deprimirme al ver el comportamiento de algunas existencias, debo también hacer saber la otra cara de este proceso: la alegría que me embriaga al ver que no todo está perdido.

En este mundo existen ángeles que, con sus palabras, te abrazan y te hacen sentir paz. ¡Gracias!

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