martes, 15 de junio de 2010

Globalización I - Transformación de los roles del Estado-nación

Si existe una palabra que defina el momento histórico en el que estamos inmersos, sería globalización; y motivados por la necesidad de darle explicación a los fenómenos que se originan a nuestro alrededor, buscamos precisar un punto determinado en el pasado que den cuenta de la emergencia de este hecho.

Sin embargo, podemos evidenciar dificultades a la hora de precisar una “fecha de inicio” para la globalización. Hay quienes piensan al proceso como algo reciente y otros que situan su origen en siglos atrás; pero lo cierto es que esta imposibilidad por precisar un origen, una causa, parte de una lógica de pensar que “un hecho desencadena todo lo demás”. Pero esta lógica de aprehensión invisibiliza los múltiples factores que entran en este proceso; más fácil parece ser aglutinar todas estas aristas, y en este aglutinamiento por lo general varias aristas se omiten, en un solo término llamado globalización.

Considero que el término es de invención reciente pero el proceso que pretende explicar, o el que no explica, se viene dando desde hace mucho tiempo atrás. El término emerge luego del colapso del socialismo histórico; ante este escenario la sociedad burguesa necesitaba de un “algo” que diera cuenta de su dominio a nivel mundial y asomara la posibilidad de extender este dominio a futuro. Esta palabra fue –y es- la globalización, portadora de una ideología que es difundida masivamente y constantemente por los medios de comunicación.

Lo que no explica este término se debe a la alta carga de romanticismos con los que se describe: igualdad, unión, justicia, abundancia, entre otros; y al ser seducidos por estas características, olvidamos procesos como el de la doble marginación planteado por Jürgen Schuldt. Cada vez son menos las personas más ricas a la vez que aumenta el número de personas con menos recursos. Y este fenómeno no solo se contempla en el plano macro, en lo que llamaría Immanuel Wallerstein el sistema mundo, sino en el interior de las economías nacionales.

Al hablar de nación, hacemos mención –directa o indirectamente, si se quiere- al Estado, al Estado-nación. Esta simbiosis permite describir este término en varias características: 1 una estructura que sirve para gobernar un determinado territorio, el monopolio de la violencia Weberiano (administración, represión, legalidad); 2 en sus hombros reposa el garantizar el “desarrollo” nacional; 3 es el portador y defensor de una identidad nacional; 4 y promotor de un modo de organización social determinado dentro de un territorio determinado.

Lo anterior busca abolir con toda posible comprensión reduccionista del Estado-nación y sirve para comprender su accionar en el plano político, económico, cultural y social. Lo que se busca aquí es contemplar de qué manera el Estado ha venido cambiando la manera en la que lleva a cabo estas funciones, todo esto enmarcado en la globalización.

Habiendo develado entonces que el término globalización más allá de las promesas de bienestar que nos emite en realidad reproduce un discurso de dominación montado en varios mitos, lo primero que pudiera pensarse –en el más extremo de los casos- es que los estados vienen a ser títeres de las enormes compañías trasnacionales. De esto cabría resaltar que sólo aquellos estados dominantes si gozan de plena soberanía.

Pero en este marco en el que nos situamos, esa visión de “no soberanía” se desmonta al contemplar que muchos estados ven la necesidad de intervenir, y cada vez más con mayor fuerza, en este proceso; sea de manera individual o en alianza o bloques. Sin embargo, hay que advertir sobre estas necesidades de “adaptación” o “emancipación” pues pudieran desembocar en prácticas depredatorias y contra reloj que terminarían devorando estados entre sí.

¿Cómo surge esta necesidad? Observemos la relación entre Estado-Corporaciones Trasnacionales (CTN) e insertemos una categoría: la mutua indispensabilidad. Uno pudiera pensar que son las CTN las que tienen el control en esta relación; de hecho hubo un momento en que estas corporaciones “privatizaron” las funciones del estado bajo el argumento de que no habían suficientes recursos públicos, que el estado no podía encargarse de todo y que la inversión privado ha demostrado ser más eficiente. Aunque ya hemos visto su eficiencia, sobre todo en lo que a reproducción de la desigualdad se refiere.

Pero esa mutua indispensabilidad es la que –si se quiere ver de ese modo- mantiene un equilibrio en las relaciones entre Estado y CTN, pues estas últimas requieren tanto de los países de “origen” como de los de “destino” ciertas medidas que puedan favorecerlos o que no le representen un riesgo absoluto: legislaciones y políticas que le aseguren libertad de acción; cobertura de los costos básicos de infraestructura; acceso privilegiado a las empresas (originalmente) nacionales al mercado interno, entre otras.

No obstante, esta mutua indispensabilidad no exime a los estados de las presiones constantes por parte de las CTN. Pero muy a pesar de los apologistas de la globalización que sueñan con un gobierno global, los estados nunca perderán su rol dentro del sistema-mundo: siempre serán los ámbitos centrales de la toma de decisiones políticas y económicas. Aunque no deben dejarse a un lado sus funciones culturales y sociales.

Lo anterior lo podemos precisar con dos casos que nos plantea Víctor Olea; 1 el estado nacional sigue siendo responsable de la estabilidad de la moneda y así asegura un mínimo de fluidez en los ciclos del capital en el mercado interno; 2 los estados nacionales siguen siendo los encargados de la reproducción de la fuerza de trabajo asalariada explotable y las condiciones en las que se da esa expulsión.

De esto deriva que, en lo que a su organización político-social se refiere, el estado nación sigue siendo responsable del tratamiento y control de todo movimiento social de distinta índole, y del mantenimiento de la estabilidad política adecuada para la valorización del capital en los distintos países.

Pero es esta incesante preocupación de los estados por mantener una postura rígida (y a la vez favorable a las CTN) en los ámbitos económico y político, lo que hace recalcar el llamado a no olvidar su responsabilidades en los planos cultural y social.

En lo cultural, como ya hemos hecho mención, el estado es el portador y principal defensor de la identidad nacional. Si bien es cierto que ya Carlos Monsiváis nos aclara varias cuestiones sobre el término identidad, a resaltar: el concepto de identidad no es fijo ni inamovible; también es cierto que esta “movilidad” de la identidad es un fenómeno que debe verse con mucho cuidado.

Otro de los “aportes” de la globalización es la transculturización. Y es un proceso donde las culturas empiezan a hibridizarse, haciendo difícil distinguir lo autóctono, lo nacional; cabría preguntarse ¿si lo nacional tiene algo de global hoy? Pero más allá de esta reflexión al aire, lo cierto es que en el marco de la globalización, los estados parecen preocuparse más por mantener su posición político-económica que descuidan sus otras funciones, contribuyendo aún más a la fractura de la identidad nacional y arrastrándonos a un punto donde no harán falta espejos para verse uno mismo porque lo homogeneización será tal que nos veremos en todos lados.

Y esto influye en lo social, en el modo en cómo nos organizamos en determinado territorio. Cabría aquí otra reflexión ¿las aperturas al capital extranjero son sólo a nivel económico? Uno pudiera decir que sí pero con la apertura también entran modos de vivir, pensar, sentir o hacer que son ajenos pero que por su influencia masiva (a través de los medios) uno empieza a mimetizarse con ellos. La fragmentación de la identidad nacional debilita la solidaridad social de nuestros coterráneos.

Tal parece que por perseguir la utopía de que la expansión de los mercados resuelve todos los problemas sociales y políticos, los estados caen en las ilusiones ofrecidas por la globalización, fragmentando, promoviendo y profundizando las diferencias entre cada clase, grupo étnico, cultural, evitando su cohesión.

Las funciones del estado, en teoría, siguen siendo las mismas. Las transformaciones vienen en la forma en cómo el estado ejerce esas funciones ¿si es realmente beneficiando a la nación o es en pos de una ideología global?

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