martes, 6 de julio de 2010

Horizontes Perdidos IV : Visión Gótica

(Los fragmentos en latín son tomados de un poema titulado Dies Irae “Día de la Ira”)

Junto con la entidad, varios cuerpos cruzan el portal. Pero habiendo dado el primer paso, éstas almas empiezan a brillar, comienzan a cristalizarse y los pequeños fragmentos son arrastrados hacia otro lugar. La entidad decide seguir la estela que dejan aquellos fragmentos para averiguar donde se han unido todos aquellos trazos de existencia.

Un enorme arco gótico es la entrada a un espacioso hall. La estela continúa hasta más allá de la arcada; el gran hall, todo grisáceo, tiene en su centro un enorme cristal que crece y crece cada vez más con cada fragmento de existencia que se plega a su seno. “Al final no somos más que sentimientos de un alma cósmica, un alma que está en todos nosotros, un alma que reconocemos como esa voz interna que siempre nos habla pero que nunca se escucha.”

Y los fragmentos siguen robusteciendo El Gran Cristal. “Amor, Odio, Alegría, Tristeza, Bondad, Maldad, todas éstas son refracciones de una misma fuente. Pero seguimos empeñados en negar nuestros fragmentos.”

“Aquí es donde descansa el alma de la humanidad, lo que la hace humana; pero ocultándonos en mascaras vemos morir miles y miles de soles. Y con su deceso, venimos aquí a llorar clamando por conocer el lugar donde descansa nuestra Alma Mater para poder estar con ella. ¿Pero tendrán algún sentido estas lágrimas? ¿No será algo tarde? ¿Merece ella nuestros sollozos cuando su amor nunca fue perpetuado? A duras penas nos comunicamos entre nosotros, ¿cómo íbamos a esperar comunicarnos con nuestro interior?”

Una lágrima recorre un rostro, cuyas mejillas son acariciadas con compasión. Las lágrimas caen y al entrar en contacto con el suelo un fuerte sismo se desata resquebrajando todo el hall. El grisáceo salón ahora esta cubierto por enormes nubes oscuras. “Dies irae, dies illa, solvet saeculum in favilla. [Día de la ira, aquel día en que los siglos se reduzcan a cenizas]”.

La entidad cae de rodillas al suelo y truenos rompen abruptamente el silencio sepulcral. Empieza a llover en el salón y los rayos caen sin misericordia destrozando el hall. Las centellas parecen fotografiar momento a momento la destrucción de aquel templo mientras la entidad sigue tendida en el suelo sollozando ante el fin de los tiempos. Los rayos caen ahora sobre los fragmentos cristalizados, rompiéndolos y reduciéndolos a una idea que la mente humana no puede concebir: ¡reduciéndolos a nada! Existencias ahora inexistentes, cuerpos ahora sin fuente.

La entidad se levanta encorvada, de su espalda salen diez alas. Un ojo negro, otro blanco y una estrella dibujada en la frente. De rostro andrógeno y con espadas de adamantina como brazos. “cum salvando salvas gratis, salva me, fons pietatis. [Tu que salvas gratuitamente a los que hay que salvar, sálvame, fuente de piedad.]”

Y los rayos caen cada vez con menos piedad mientras la entidad se acerca rauda y veloz al cristal. El salón se viene abajo y la entidad debe danzar ante el réquiem de la destrucción. Ejecutando un gran salto, la entidad apunta sus filosas extremidades hacia el cristal y realiza en él un corte en forma de cruz. “Las lágrimas de los santos en sangre fueron pintadas y los discursos de los cobardes se convirtieron en nada, mutilando los ojos que una vez pertenecieron a Dios. Y con ello pareciera que nuestra dignidad se ha deshecho pero el sol siempre surgirá con ojos limpiadores…siempre”

Una enorme luz cegadora emana del agrietado cristal y acto seguido la tormenta se detiene. El Gran Cristal sigue en pie, imponente. Pero ahora de las cicatrices dejadas por aquella entidad que desapareció con la luz emanan estelas de un polvo cósmico, una lluvia estelar que revela una fuga en la prisión donde estaba encerrado lo humano de la humanidad…

Pero… ¿Quién era esa entidad?

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